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Emocionante: superando golpes, el duro camino de vida de Montiel

Mataron a su abuelo y a dos amigos, se crió en una familia humilde y debió dejar su casa a los 11 años. Pero nada lo frenó para triunfar en River y quedar en la historia del fútbol argentino.

Un instante puede ser efímero o eterno. Intrascente, triste o glorioso. Cuando Gonzalo Montiel, con la camiseta de la Selección Argentina, se paró frente a la pelota y posó su mirada penetrante en el arquero francés Hugo Lloris para ejecutar el penal decisivo de la final del Mundial de Qatar 2022, lógicamente su cabeza explotaba de sensaciones, de recuerdos, responsabilidades y presiones. Sin embargo, le alcanzó con una respiración profunda para despejar sus pensamientos, oxigenar su cuerpo y su cerebro y patear el penal más importante de su vida con la misma fórmula que había aprendido de chico en los potreros de González Catán y que más tarde debió utilizar para ganarse unos pesos para llevar a casa en los picantes torneos de remates en esa zona de la provincia de Buenos Aires mientras transitaba su camino en las Inferiores de River para cumplir su sueño del pibe y con la promesa tácita con su abuelo materno Jerónimo, quien justamente fue víctima de un instante trágico.

El secreto de Montiel en los penales está en sus ojos. Aunque en el momento de ir a impartar la pelota con su pie derecho parece mirar hacia otro lado, como si utilizara el famoso “no look” de algunos cracks como Ronaldinho que hasta pecan de cancheros, la fórmula -casi infalible- del defensor de 27 años que hoy juega en el Nottingham Forest de la Premier League es pispear de reojo los movimientos del arquero para patear hacia el lado opuesto cuando el portero ya dio señales sobre a qué palo se tirará. Fue lo que sucedió en el cuarto penal de la serie de la Copa del Mundo luego del 3-3 ante Francia en los 120 minutos: cuando Lloris inclinó su cuerpo hacia la izquierda, Gonzalo soltó el balón hacia el sector derecho…

Gonzalo Montiel en la Selección Argentina: mucho más que un suspiro

Si bien el método de Montiel nació en el barro y las calles de tierra cercanas a su casa familiar en Virrey del Pino, localidad de La Matanza, fue perfeccionado por el trabajo de la doctora Sandra Rossi, la neurocientífica de River que formó parte del cuerpo técnico de Marcelo Gallardo, otro hombre clave en la carrera de Cachete, el apodo que lo identifica desde las divisiones infantiles del Millonario por sus voluminosas mejillas. “Cuando uno inspira por nariz, en el fondo de nuestras fosas nasales hay como unas celulitas (bulbo olfatorio) que se estimulan cuando pasa el aire. Eso tiene una autopista hacia el centro de nuestro cerebro que es donde están nuestra emociones. Entonces, cuando eso se estimula va a calmar nuestras emociones”, explicó Rossi sobre ese gesto que se repite en los televisores y teléfonos de los argentinos cada vez que quieren recordar ese momento histórico de Gonzalo Montiel en la Selección Argentina.

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SANDRA ROSSI Y EL PENAL DE MONTIEL 🐔❤️‍🔥 #sandrarossi

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La fiel compañía de una mamá todoterreno

Gonzalo nació con el mandato familiar de ser hincha de River y lo tiene marcado en su propio segundo nombre: Ariel. Se trató de un pedido de su abuelo cuando mamá Marisa estaba saliendo hacia la clínica el 31 de diciembre de 1996 para que tener a su hijo, quien nació en las primeras horas del 1° de enero del 97. “Mi papá me dijo ‘ponele Ariel Ortega’, jaja. Y yo le tuve que decir que no le podía poner ese nombre porque Ortega es un apellido, entonces le quedó Ariel…”, contó la madre del futbolista en Olé en 2016, donde también relató su pasado como defensora en el equipo femenino de Laferrere hasta que a los 15 años debió abandonar su pasión porque su padre le decía que “el fútbol es para los varones”.

Precisamente, el abuelo Chivo fue una persona que marcó a fuego la carrera de Cachete, que cada vez que da sus primeros pasos en un campo de juego mira hacia el cielo para comunicarse con él y le dedica todos sus goles con el mismo gesto. Porque Montiel jamás pudo olvidar la desgraciada muerte de Jerónimo cuando el hombre tenía 46 años y él era un niño de 7. “Había una pelea de perros en la calle, mi papá hizo un comentario y una mujer que recién había salido de la cárcel lo mató con tres tiros, fue muy duro”, recuerda Marisa.

En ese momento, el nene que muchos años después sería una pieza clave del histórico River de Gallardo y luego campeón del mundo con la Selección ya se destacaba en el baby fútbol de El Tala en Laferrere, desde donde llegó a la cantera de Núñez después de haberse probado, a los 5 años, en Huracán y en Boca, donde “nunca se sintió cómodo”. En River, en cambio, la incomodidad pasaba por otro lado: el costo y el tiempo de los traslados diarios a las prácticas. Gonzalo primero viajaba con la compañía de su mamá o su hermana mayor Jacqueline en el 620 desde la Ruta 3 hasta General Paz. Salía antes del mediodía para posteriormente tomarse un segundo colectivo hasta el Monumental, aunque a Marisa le resultaba muy complicado mantener esa rutina porque trabajaba como empleada de limpieza en una empresa y lo poco que ganaba papá Tito como albañil alcanzaba cada vez menos, no sólo para pagar los boletos sino para el desayuno de Cachete y el sandwinch o la porción de pizza del almuerzo, porque además la familia debía alimentar a otros tres hermanos.

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“A veces iba sin comer y no le daba el cuerpo”, recuerda el papá de Gonzalo Montiel, el defensor que le dio el título mundial a la Selección Argentina en Qatar. Entonces, después de dos años repletos de sacrificios para seguir con esa travesía, cuando el niño que en ese momento jugaba de volante central cumplió los 11 años explicó en el club que necesitaba un lugar en la pensión porque ya le resultaba imposible el ida y vuelta desde González Catán a Núñez. A partir de ese momento, River sería su segunda casa hasta su consolidación en la Primera, la firma del primer contrato y su primer departamento a pocas cuadras del Monumental.

Un corazón de campeón fortalecido por el dolor

Montiel debió superar situaciones muy tristes en diferentes momentos de su niñez y adolescencia, pero incluso cuando ya se había consolidado como un defensor valioso en la Primera de River la vida volvió a golpearlo con la pérdida de tres amigos. El 6 de noviembre de 2017, después del superclásico que Boca ganó por 2-1 en Núñez y en el que Cachete había sido titular, recibió la noticia de que Ema y Tete, dos pibes del barrio, habían sido asesinados. Al poco tiempo, mientras estaba de pretemporada con el plantel de Gallardo en Estados Unidos, le llegó a su celular un mensaje que volvió a partirle el alma: su amigo Lucas, un compinche de toda la vida que había había ingresado al hospital para sacarse unas piedras en la vesícula se había contagiado un virus y falleció. “Yo sé apartar las cosas, pero esa vez me costó mucho”, admitió Gonzalo Montiel, el defensor de la Selección Argentina, en una entrevista con Clarín en la que también confesó que ese día no quería salir del baño del hotel donde estaba alojado el equipo.

Gonzalo Montiel en la Selección Argentina
El posteo en Instagram con el que Montiel homenajeó a uno de sus amigos que perdió cuando era chico.

Bombero futbolístico por naturaleza

A pesar de que apodo de Cachete nunca se modificó, el Muñeco Gallardo eligió otro calificativo para Montiel: el entrenador lo denominó “bombero” por la capacidad de adaptación para jugar en diferentes puestos. De hecho, de su posición original como volante central, en River mutó rápidamente al puesto de primer central con el DT Alejandro Nanía: con el dorsal número 2 y la cinta de capitán fue el líder de la categoría 97 con la que salió campeón en Octava y Sexta, y subcampeón en Séptima y en Reserva (2015). Claro, reunía las virtudes y la personalidad de un zaguero de primera calidad, pero le faltaban unos centímetros de altura para cumplir ese rol en la Primera de River.

Gallardo lo había advertido con antelación y ya desde su debut frente a Vélez (30 de abril de 2016) lo ubicó en el lateral derecho. Ahí encontraría su lugar ideal como profesional Gonzalo, más allá de que MG lo haya utilizado eventualmente como central, stopper en un línea de tres defensores o carrilero. El mejor ejemplo de su versatilidad se dio en la final de la Copa Libertadores 2018 contra Boca: en la ida en la Bombonera recorrió toda la banda en el 5-3-2 que eligió el DT y en la vuelta en Madrid fue lateral derecho, en ambos casos en gran nivel.

Gonzalo Montiel en la Selección Argentina
Tal vez, la imagen más viral de Montiel en la final de la Libertadores 2018. Como en la vida, tuvo revancha.

Montiel en la Selección Argentina es la alternativa de Nahuel Molina para los partidos que demandan mayor oficio para la marca en ese sector, como sucedió en la final de la Copa América frente a Brasil en el Maracaná. Allí a Cachete le tocó estar encima de Neymar y posteriormente también anuló al más intenso Vinicius. Su ingreso ante Francia en la final del Mundial tuvo el mismo objetivo: bloquear las gambetas de la pesadilla Mbappé. Sin embargo, cuando Argentina ya acariciaba la tercera estrella un remate de Kilian rebotó en el brazo de Montiel y provocó el penal del 3-3. “Estábamos a nada de ser campeones y justo por esa cagada, que fue una jugada desafortunada, casi se nos escapa. Me tocó a mí, pero como siempre digo por suerte tuve revancha”, repite el defensor.

Fue la revancha de su carrera, una más de las que debió afrontar en su vida. Y la superó con el enorme poder de resiliencia que lleva en los genes y que fue fortaliciendo en cada pequeño o gigante paso hacia la gloria eterna. Como cuando pateaba penales en el barrio para llevar un plato de comida para sus padres y hermanos. Como cuando se bancaba las noches de lágrimas en la pensión de River porque extrañaba a su mamá. Como cuando en sus días libres en el plantel de Gallardo levantaba paredes en el fondo de su casa familiar con su papá. Como cuando antes de un superclásico de Reserva en la Bombonera el colaborador Diego Sole le preguntó “¿estás bien, Cache?” porque tenía la mirada clavada en la nada y con los ojos casi empañados para mantener la concentración y controlar las emociones. El 18 de diciembre de 2022 en el estadio Lusail de Qatar, Gonzalo Montiel con la camiseta de la Selección Argentina entendió que todo lo que le había ocurrido hasta ese momento tenía como destino un final de película que guardará hasta el último respiro en la vibración de su alma, en la memoria de sus retinas. En el secreto de sus ojos.

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